El extrañamiento es un modo fundamental de ser-en-el-mundo, que sin
desorientación y sin pérdida, sin errar por senderos que se extravían, no
puede haber invocación, no es posible escuchar la auténtica palabra del
ser. Estos extravíos, son la única y verdadera posesión humana:
la experiencia. Sin el fallo no se entiende el acierto, sin experiencia
a través de los errores cometidos no hay guía certera. La experiencia, el
extrañamiento, pertenecen al espíritu, a los sentimientos. Esa invocación,
esa palabra, esa experiencia corporizarla en una puntual atención a los
procesos o fenómenos naturales que conforman el hecho físico del sonar.
Este performance busca lograr EXTRAÑAMIENTOS radicales, enfatizando
los distintos, ruidos, azares o silencios que más bien suenen a errancias y
extravíos donde – perdiéndose – el yo, pueda atenderse a lo auténtico.
No es una idea sonora, sino una idea de control de energía, una energía
que surge del cerebro, del espíritu, que viene del interior de cada persona,
pues todos tenemos un pequeño estudio musical dentro de nuestro
cerebro. Experiencias auditivas que tienen que ver más con nuestros
procesos psíquicos que musicales, con el desarrollo del carácter que con
la estética y que sin embargo pueden ser interpretadas a través de las
experiencias del otro.
Es así, una intervención “compositiva” que altera el proceso natural del ya
de por sí complejo acto de sonar; de esta manera, componer no es mas
que disponer -o aceptar- cercanías, materiales, frotes, acumulaciones o
sentimientos, etcétera; en un espacio y tiempo determinados, a fin de
que todo ese “teatro del aire” vivifique el espacio, mediante singulares
frecuencias físicas que resonaran y empatizarán con determinados
elementos del espacio publico, de los espectadores-accionistas, así como
del performer quien funciona como espacio publico y privado, como
juglar e instrumento, como Ser y objeto.
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